Decía Antonio Muñoz Molina en una entrevista radiofónica hace algunos años que “España se está volviendo fea”, en referencia al legado arquitectónico y urbanístico acumulado desde los años del desarrollismo. Y es bien cierto que, en los últimos cincuenta años hemos asistido a la devaluación de la escena urbana, y de la calidad ambiental de espacios abiertos y entornos paisajísticos tanto costeros como de interior. Aunque parezca increíble, durante largos años de desarrollo atropellado no ha habido arquitectos en muchos pequeños municipios. Y aún ahora no los hay.
Sin ánimo de caer en generalizaciones simplistas, podríamos decir que, hay algunas características que pueden atribuirse a un arquitecto medio, que lo hacen valioso para variados perfiles laborales que la sociedad demanda. La propensión a la belleza es una de ellas. Y nótese que esto –por elemental que pudiera parecer en un primer momento- es un matiz notablemente diferenciador. La preocupación por la apariencia estética, la proporción, la armonía; el cuidado por el detalle y su relación con el todo; la obsesión por la textura, la forma, el color de las cosas… todo esto hace del arquitecto un profesional relevante para aconsejar, orientar y guiar decisiones de diseño. La aspiración a la excelencia es clave también en el perfil de un arquitecto medio. En la educación desde las Escuelas, en la disciplina de los concursos (cuando los había), en la formación a través de la bibliografía, se promueve el estudio y la comparación permanente con modelos y referentes de alta calidad, con un gran nivel de exigencia conceptual, gráfica y programática. El arquitecto investiga, explora, desarrolla soluciones buscando la originalidad y la sorpresa, sin renunciar por ello a la eficacia, a la economía, a la funcionalidad. La capacidad de trabajo y de sacrificio 1 es otra virtud necesaria en una profesión donde la formación básica se hace en un contexto universitario de reconocida dureza, no ya por la dificultad o extensión de los programas o temarios, sino por la peculiar combinación de materias dispares que requieren un perfil de estudiante multi-tarea, un esfuerzo singular que imprime carácter y establece una marca de identidad que todos entendemos desde el ámbito profesional.2
Estas capacidades son parte de nuestro propio ADN profesional. Y sin embargo, no resultan fáciles de explicar a terceros, porque son tan nuestras, tan constitutivas de nuestro ser, que nos falta perspectiva para contarlas de forma sintética con claridad, con desapasionamiento.
Lamentablemente no parecen formar parte de los tópicos por los que la sociedad nos identifica. Y no hay nada más pernicioso que no ser capaz de conjugar la imagen que uno proyecta con lo realmente es; y esto parece ser un serio problema de la profesión de arquitecto: la gente no entiende muy bien lo que somos ni lo que hacemos, y se perpetúa una imagen de nuestra actividad tremendamente limitada. La sociedad no sueña con nosotros, pero da formación a una tribu de soñadores potencialmente formados para crear belleza desde la excelencia y el esfuerzo. Sin embargo, a la postre, sólo un porcentaje muy pequeño del volumen de trabajo tiene que ver con esto. Y para colmo, una gran cantidad de potenciales frentes de actividad se nos escapan en beneficio de otras titulaciones, y eso sin la ayuda de la LSP… 3
Parece que hoy más que nunca en la historia de nuestra profesión son necesarios argumentos a favor de nuestra actividad, para darnos a conocer como identidad reconocible y diferenciada. Necesitamos marketing colectivo que nos proyecte hacia la sociedad desde todo tipo de plataformas de comunicación 4, desde el rigor, la imaginación y –por qué no- el sentido del humor y el espíritu autocrítico. Tenemos tan poco carisma que no somos de interés ni para las series televisivas o el cine (como los hay de médicos o de abogados), más allá de guiños tangenciales–tan difusa es la imagen que la gente tiene de lo que somos y lo que hacemos…
¿Qué razones podemos dar a nuestros potenciales clientes para elegir nuestros servicios? Más allá de organizar reuniones ministeriales y congresos endogámicos… ¿qué podemos hacer para potenciar la actualización de nuestra imagen en la sociedad?
NOTAS DE LOS REDACTORES
1 Enlaza con el hilo argumental del post de Stepienybarno “Las fortalezas del arquitecto”
2 Sobre la formación del arquitecto nos referenciamos al debate propiciado por la serie #Eduarq10
3 Sobre la LSP, nos referenciamos a los debates iniciados en esta casa por José María Echarte y Alberto Alonso
4 Ana Asensio profundiza en esta idea en su post “La arquitectura de las palabras y las imágenes: comunicación en la era digital”
NOTAS DE LOS EDITORES
Artículo originalmente publicado en el Blog de la Fundación Arquitectos el 11 de septiembre de 2014, enlace permanente: http://blogfundacion.arquia.es/2014/09/ponga-un-arquitecto-en-su-vida/
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B2V Arquitectura
Buenos días.
Me ha gustado mucho vuestro post, principalmente por la claridad de ideas y nitidez pedagógica, cualidades que debemos de proyectar a todas las personas.
El tópico de que los arquitectos solamente nos entendemos entre nosotros debe desaparecer, y más teniendo en cuenta que tampoco somos un colectivo muy corporativista…
Paradójicamente son buenos tiempos para empezar de cero, básicamente porque nos tenemos que buscarnos la vida más que nunca, de lo contrario, nuestros futuros clientes serán estos:
https://www.youtube.com/watch?v=USgctKZjyrk
🙂 🙂
Bonsai Arquitectos
Hola B2V, te agradecemos tu comentario. Efectivamente, nuevas maneras de hacer en arquitectura atraen a nuevos perfiles de cliente que comparten los valores que uno promueve. Tal y como decía Antonio Jiménez Torrecillas, “La arquitectura es una forma pacífica de cambiar las cosas”.